Cuando Dios le exige algo a la humanidad, que a esta le resulta difícil de explicar; cuando Sus palabras golpean directamente el corazón humano; y cuando las personas ofrecen corazones sinceros para que Dios disfrute de ellos, después de esto, recibirán de Él la oportunidad de reflexionar, de tomar una resolución y de buscar la senda de la práctica. De esta forma, todos los que son Su pueblo volverán a ofrecerle, con los puños apretados por la determinación, todo su ser a Dios.
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