Cuando Dios le exige algo a la humanidad, que a esta le resulta difícil de explicar; cuando Sus palabras golpean directamente el corazón humano; y cuando las personas ofrecen corazones sinceros para que Dios disfrute de ellos, después de esto, recibirán de Él la oportunidad de reflexionar, de tomar una resolución y de buscar la senda de la práctica. De esta forma, todos los que son Su pueblo volverán a ofrecerle, con los puños apretados por la determinación, todo su ser a Dios. Es posible que algunos tracen un plan y establezcan un programa diario, como si se prepararan para abordar su trabajo dedicando su porción de energía al plan de gestión de Dios para glorificarlo y apresurar su conclusión. Y, así como las personas quedan atrapadas en este estado psicológico, y retienen estas cosas en su mente al dedicarse a sus tareas, al hablar y al trabajar, inmediatamente después, Dios empieza a hablar de nuevo: “Cuando Mi espíritu habla, expresa Mi carácter entero. ¿Está claro esto para vosotros?”. Cuanto más determinado esté el ser humano, mayor será la desesperación con la que anhelará comprender la voluntad de Dios y mayor será el fervor con el que deseará que Dios le exija cosas; así, Él les dará a las personas lo que ellas quieren, y aprovechará esta oportunidad para impartir Sus palabras, que llevan mucho tiempo retenidas y disponibles, a los lugares más recónditos de su ser. Aunque estas palabras puedan parecerle un tanto duras o bruscas a la humanidad, son incomparablemente dulces. El corazón florece enseguida de gozo, como si la humanidad estuviera en el cielo o como si hubiera sido transportada a otra esfera, el paraíso verdadero de la imaginación, donde los asuntos del mundo exterior ya no inciden en las personas. Con el fin de que no hablen ni actúen desde lo externo, como solían hacer en el pasado, y de que no fallen al establecer las raíces adecuadas; para que eludan esta eventualidad, cuando las personas hayan conseguido aquello que desean en su corazón y, además, estén preparadas para ir a trabajar con ardiente entusiasmo, Dios adapta Su manera de hablar al estado psicológico de ellas y, sin refrenarse, refuta todo el ardor y la ceremonia religiosa que tienen en su corazón. Como Dios ha dicho: “¿Habéis visto verdaderamente la importancia que radica en esto?”. Ya sea antes o después de que el ser humano decida algo, no atribuye gran importancia a conocer a Dios en Sus actos o Sus palabras, sino que más bien sigue reflexionando sobre la pregunta: “¿Qué puedo hacer para Dios? ¡Esta es la cuestión fundamental!”. Por esta razón, Dios dice: “Y tenéis el descaro de llamaros Mi pueblo ante Mi cara; ¡no tenéis sentido de la vergüenza, y menos aún ningún motivo!”. Tan pronto como Dios ha pronunciado estas palabras, las personas se percatan de inmediato de su trascendencia; como si recibieran un shock eléctrico, se apresuran a retirar sus manos y ponerlas a salvo en su regazo, temerosos de provocar por segunda vez la ira de Dios. Además de esto, Dios también declaró: “Tarde o temprano, este tipo de gente será expulsada de Mi casa. ¡No trates de imponérteme, pensando que has defendido Mi testimonio!”. Al oír palabras como estas, las personas se asustan aún más, tanto como si hubieran visto un león. Lo saben perfectamente en sus corazones. Por una parte, les preocupa que el león se los coma mientras que, por la otra, están en una situación difícil sin saber adónde huir. En ese momento, el “plan” que existe en el corazón humano se desvanece sin dejar huella, de una forma total y completa. A través de las palabras de Dios, siento como si pudiera ver cada uno de los aspectos de la vergüenza de la humanidad: bajar la cabeza y tener una conducta de abatimiento, como el candidato que falla el examen de entrada a la universidad; todos sus nobles ideales, su familia feliz, su brillante futuro, etcétera, etcétera, todo se ha convertido —junto con las Cuatro Modernizaciones hacia el año 2000— en vana conversación y crea el escenario imaginario de una película de ciencia ficción. Esto se denomina cambiar elementos pasivos por otros activos, hacer que las personas se levanten, en medio de su pasividad, y ocupen el lugar que Dios les ha asignado. De excepcional importancia es que a los seres humanos les asuste profundamente perder este título y, por ello, se aferran con desesperación a los propios distintivos de sus cargos, temerosos de que alguien pueda arrebatárselos. Cuando la humanidad se encuentra en este estado de ánimo, a Dios no le preocupa que se vuelvan pasivos; por ello, Él cambia Sus palabras de castigo por otras de interrogación. No sólo les da a las personas una oportunidad para que puedan recuperar el aliento, sino que también les da la ocasión de retomar las aspiraciones que han tenido antes de ahora y que las organicen para futuras referencias: lo inconveniente puede modificarse. Esto es porque Dios todavía no ha iniciado Su obra —es un golpe de suerte en medio de un gran infortunio— y, además, no dicta sentencia. ¡De modo que sigo haciéndolo a Él objeto de toda mi devoción!
A continuación, no debes dejar las palabras de Dios a un lado por culpa del miedo. Echa un vistazo para comprobar si Dios tiene nuevas exigencias. En efecto, descubrirás este tipo de exigencia: “A partir de este momento y en adelante, en todas las cosas tú debes entrar en la realidad de la práctica; ya no te servirá cotorrear, como solías hacer”. En esto también se manifiesta la sabiduría de Dios. Él ha salvaguardado siempre a Sus propios testigos y, cuando la realidad de las palabras del pasado ha alcanzado su conclusión, nadie podrá comprender jamás el conocimiento de “la realidad de la práctica”. Con esto basta para demostrar la verdad de lo que Dios dijo sobre “la obra que Yo Mismo acometo para hacerla Yo Mismo”. Tiene que ver con el verdadero significado de la obra en divinidad, y también con la razón por la que la humanidad, tras alcanzar un nuevo punto de comienzo, sigue siendo no obstante incapaz de comprender el verdadero significado de las palabras de Dios. Esto se debe a que, en el pasado, la mayoría de las personas se ceñían a la realidad de las palabras de Dios, mientras que hoy no tienen ni idea de la realidad de la práctica, sino que entienden tan sólo los aspectos superficiales de estas palabras sin comprender su esencia. Más importante aún: la razón es que hoy, en la edificación del reino, no se le permite interferir a nadie, sino tan sólo obedecer a lo que Dios manda como autómatas. ¡Recuerda esto bien! Cada vez que Dios traiga el pasado a colación, Él empieza a hablar de la situación actual de hoy; es una forma de hablar que crea un impresionante contraste entre lo que viene antes y lo que viene después; por esta razón, logra frutos incluso mejores, capacita a las personas para que puedan poner el presente al lado del pasado y, de este modo, eviten confundir la distinción entre ambos, que ya se confunden. Esta es una faceta de la sabiduría de Dios, y su propósito consiste en alcanzar los frutos de la obra. Después de esto, Dios revela una vez más la fealdad de la humanidad, para que esta no olvide jamás comer y beber las palabras de Dios cada día; y, lo que es más importante, que a diario se conozca a sí misma y tome esto como la lección que debe aprender día tras día.
Cuando Dios acaba de pronunciar estas palabras, ha logrado los efectos que pretendía originalmente. Y, así, sin prestar más atención a si la humanidad lo ha entendido o no, toca esto de pasada en unas cuantas frases, porque la obra de Satanás no tiene nada que ver con la humanidad que, de esto, no tiene ni idea. Ahora, se deja atrás el mundo del espíritu; se mira más allá, a cómo Dios presenta Sus exigencias a la humanidad: “Descansando en Mi morada, observo con atención: Todas las personas en la tierra se agitan, ‘viajan por todo el mundo’ y corren de allá para acá, todo por el bien de su destino, su futuro. Pero ni una sola tiene la energía para emplear en la construcción de Mi reino, ni siquiera la suficiente como la fuerza que uno utilizaría para respirar”. Después de intercambiar estos convencionalismos con la humanidad, Dios ya no les presta más atención, sino que avanza y habla desde la perspectiva del Espíritu; a través de esas palabras, revela las circunstancias generales de la vida entera de la raza humana. Resulta claro ver, en “viajan por todo el mundo” y “corren de allá para acá”, que la vida humana está vacía de contenido. De no ser por la omnipotente salvación de Dios, los nacidos en la ampliada familia indigente y vagabunda de la descendencia de la China imperial vivirían, incluso más, toda una vida en vano, y bien podrían caer en el Hades y el infierno como venir al mundo. Bajo la dominación del gran dragón rojo, y sin percatarse de ello, han atentado contra Dios y, por tanto, de forma natural y de nuevo sin saberlo, han caído bajo el castigo de Dios. Por esta razón, Dios los ha “rescatado de la tribulación” y de entre los “ingratos” y los ha juntado para que establezcan el contraste, para que los seres humanos puedan conocerse de un modo más claro a sí mismos, y a partir de esto se cree el contraste de Su gracia salvífica. ¿No contribuye esto a un resultado incluso más eficaz? Por supuesto, huelga decir de una forma tan explícita que, a partir del contenido de lo que Dios dice, las personas pueden deducir un elemento de reproche y, de nuevo, un elemento de salvación y llamamiento, como también de una ligera intimación de tristeza. Al leer estas palabras, sin darse cuenta, las personas empiezan a sentirse afligidas y no pueden evitar derramar lágrimas... Sin embargo, no se refrenará a Dios a causa de unos pocos sentimientos afligidos ni tampoco abandonará Dios Su obra de disciplina sobre Su pueblo ni Sus exigencias para este, por causa de la corrupción de toda la raza humana. Por todo esto, Sus asuntos tratan directamente circunstancias como estas de hoy y, además, Él le proclama a la humanidad la majestad de Sus decretos administrativos, para que Su plan siga avanzando. Por esta razón, Dios les da seguimiento a estas cosas a la debida velocidad, y golpea mientras el hierro está candente; Dios promulga, asimismo, en esta coyuntura crítica, una constitución para los tiempos. Se debe leer con una cuidadosa atención a cada cláusula, antes de que la humanidad pueda entender la voluntad de Dios. No hay necesidad de entrar a mayor profundidad en esto ahora; sencillamente deben leer de una forma más atenta.
Hoy, vosotros —este grupo de personas que está aquí— sois los únicos que podéis ver de verdad las palabras de Dios. Aun así, las personas de hoy se han quedado muy atrás en lo que respecta a conocer a Dios, en comparación con cualquier persona de los siglos pasados. Esto deja patente el grado del esfuerzo que Satanás ha invertido en las personas a lo largo de estos varios miles de años, y el grado en que ha corrompido a la humanidad; es tan grande que, aunque Dios haya pronunciado tantas palabras, la humanidad sigue sin entender y sin conocer a Dios; en su lugar, se atreven a levantarse y oponerse a Él en público. Por ello, Dios presenta a menudo a los hombres de los siglos pasados como comparación para las personas de hoy; para darles a estas, que son insensatas y obtusas, puntos de referencia realistas. Porque los seres humanos no tienen conocimiento de Dios, y por su falta de fe genuina en Él, Dios le ha adjudicado a la humanidad que carezca de cualificaciones y de razón; por ello, una y otra vez ha demostrado tolerancia a las personas y les ha dado salvación. En este sentido, se libra una batalla en la esfera del espíritu: la vana esperanza de Satanás es corromper hasta cierto punto a la humanidad, hacer que el mundo sea inmundo y malvado y, así, arrastrar a la humanidad al fango y destruir el plan de Dios. Pero este plan de Dios no consiste en convertir a la humanidad en personas que lo conozcan, sino en escoger a una parte que represente a la totalidad, y dejar al resto como productos de desecho, mercancías con taras, para ser echados en el montón de la basura. Y así, aunque desde el punto de vista de Satanás, tomar posesión de unos cuantos individuos pueda parecerle una excelente oportunidad para destruir el plan de Dios, ¿qué podría saber semejante asno de las intenciones de Dios? Por esta razón, Dios dijo hace mucho tiempo: “He cubierto Mi rostro para evitar mirar a este mundo”. Sabemos un poco de esto, y Dios no les pide a los seres humanos que sean capaces de hacer nada, a menos que reconozcan que lo que Él hace es milagroso e incomprensible, y lo reverencien en sus corazones. Si, como el hombre imagina, Dios tuviera que castigarlo sin considerar las circunstancias, haría ya mucho tiempo que todo el mundo habría perecido. ¿No habría significado esto caer directamente en la trampa de Satanás? Por tanto, Dios sólo usa Sus palabras para alcanzar los frutos que Él tiene en mente; rara vez se produce la llegada de los hechos. ¿Acaso no es esto un ejemplo de lo que Él declaró?: “Si no me compadeciera de vuestra falta de calificaciones, razonamiento y percepciones, todos vosotros pereceríais en medio de Mi castigo, borrados de la existencia. Pero hasta que se finalice Mi obra en la tierra, seguiré siendo indulgente hacia la humanidad”.
Fuente: Iglesia de Dios Todopoderoso