se vio en Pekín el diluvio más grande en sesenta años. Durante ese aguacero torrencial vi los actos de Dios y cómo Él salva al hombre. Esa tarde otras tres hermanas y yo nos habíamos reunido. Afuera, la lluvia seguía cayendo. A las 4:30 de la tarde, mi esposo, que no era creyente, regresó a decirnos que había tanta agua en la rotonda que la gente no podía circular.
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