Que la humanidad haya progresado hasta aquí es una situación sin precedente. La obra de Dios y la entrada del hombre avanzan hombro con hombre y, así, la obra de Dios es también una gran ocasión sin paralelo. Hasta la fecha, la entrada del hombre es un prodigio nunca antes imaginado por el hombre. La obra de Dios ha alcanzado su cenit y, posteriormente, la “entrada” del hombre[1] también ha alcanzado su apogeo.
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